Vitis vinifera L. / Vitis spp.
VitaceaeEn la lista de los víveres que se cargaron en las 5 naos de la expedición desde los muelles de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519, destaca la presencia de un producto que Magallanes mandó comprar en Jerez, lo mejor de lo mejor, nada menos que unas cuatrocientos quince pipas de vino, con lo que quedaba asegurado teóricamente por dos años la bebida en la mesa de los marineros.
La abundante presencia del vino en las naos de la expedición demuestra lo fundamental que venía siendo el producto en la cultura ibérica. Lo es de hecho desde tiempos inmemoriales: traído desde Asia Menor a la Península Ibérica por pueblos de la Antigüedad como fenicios, griegos y romanos, el cultivo de esta humilde pero divina planta, asociada al dios clásico Dionisos o Baco, pero también a Cristo -"yo soy la verdadera vid", afirma en el Evangelio de San Juan- continuó incluso en tiempos de los musulmanes medievales de al-Andalus, contrariamente a lo que se pudiera pensar dadas las prescripciones islámicas con respecto al alcohol: muestra de ello son los famosos cármenes granadinos, los patios y jardines privados que caracterizan al barrio del Albaicín, ya que "carmen" deriva aquí de la palabra karm, literalmente, “finca cultivada con vides”. Ya a partir de 1492, España llevaría a tierras americanas el cultivo de la vid, y fueron los vinos andaluces los primeros en llegar al llamado Nuevo Mundo en las pipas que llevó Cristóbal Colón en su primer viaje. El cultivo de la vid representa por tanto toda una continuidad cultural en España que va al menos desde época romana, pasa por los árabes andalusíes y la monarquía hispánica de los Austrias, y llega hasta la actualidad.
Tras la catastrófica plaga de la filoxera de la década de 1870, originaria de América, también llegaron de allí diferentes variedades de vitis que, usadas como portainjerto, ayudaron a salvar muchas viñas europeas. Durante aquellos años, en Sanlúcar de Barrameda, el duque de Montpensier amante de la agricultura y que patrocinó los jardines del actual ayuntamiento, se interesó por la actividad vitivinícola, a partir del auge que estaba experimentando un producto hoy por hoy típicamente sanluqueño, la manzanilla. Las tierras albarizas del Marco de Jerez, los influjos del Océano Atlántico y de la desembocadura del Guadalquivir, que portan humedad y suavizan los duros calores del sur de España, generan una uva que en su maduración específica en las bodegas de Sanlúcar se convierte en unos vinos que por locales son universales, tan singulares como el propio microclima sanluqueño.